jueves, 17 de julio de 2014

Y por último, los canales de Amsterdam


Como ya hemos dicho, viajar por estos lares está tirado de precio... Pero eso no queda ahí; es que viajar al extranjero (abroad, en pitinglish) está también tirado... Con decir que un vuelo ida y vuelta de Leeds a Lanzarote son 60 libras!!! Así está el avión de jubiletas... bueno, y Lanzarote. Así que rebuscando en Internet (Internet, igual, en inglés) encontramos un vuelo tirado a Ámsterdam con su consiguiente hotel así que cogimos la mochila, la llenamos de bragas y gayumbos y pallá que nos fuimos.


El vuelo dura muy poco; en menos de una hora ya estábamos en el aeropuerto de Schipoplfs o como coño se diga. Y enseguida nos damos cuenta de que los holandeses son primos hermanos de los ingleses: lo tienen todo superbienorganizado y no nos cuesta nada llegar al metro, sacar los billetes y plantarnos en el centro de Ámsterdam en un periquete (periqueteishion, en inglés).


Nada más salir de la estación de tren, Centraal Station, nos damos cuenta de una cosa: el frío nace aquí... Ni Groenlandia, ni Rusia, ni el Ártico, ni su puta madre. Aquí. Vamos forrados hasta arriba pero todo no es suficiente: madre del amor hermoso... Y una humedad... Pa flipar... Tiene que haber agua por aquí cerca porque sino, no es normal.

Bueno, es de noche así que nos vamos a buscar el hotel y a descansar. Hotel Citadel, tres estrellas y muy correcto para pasar un par de días.

Nos levantamos tempranito y bajamos buscando el desayuno, el cual está muy bien. Completo y suficiente. Eso sí, con unas galletas holandesas mu raras y asquerosas... Ya saciaditos, mochila al hombro y a ver que es lo primero que vemos. Como todo guiri que se precie, nos dirigimos primeramente a la Plaza Dam, como la Plaza Mayor de Salamanca pero a lo bestia. Dam en holandés significa presa y es que aquí se fundó la primera presa de la ciudad. Alrededor de la plaza destacan multitud de edificios, hoteles, iglesias y demás pero lo que más impresión nos causó fue el Museo de Cera de Madame Tusseau. En el centro, el Monumento Nacional a los caídos de la Segunda Guerra Mundial. Un sitio lleno de vida desde el que comenzar la excursión.
 


Ámsterdam es una ciudad para caminar sin guía ni rumbo y llegar a donde te lleven los canales, que hay para aburrir... Así que eso hicimos y nos pusimos a caminar. Lo de los canales es impresionante, están por todos lados y verdaderamente le dan esta esencia bohemia a la ciudad. Caminando llegamos a la Casa de Anna Frank, que es donde vivió la pobre niña escondida durante la Segunda Guerra Mundial. Al ladito, la Westerkerk: la iglesia protestante más grande del país.



Nos dirigimos ahora a ver los museos, pero por fuera: el más famoso es el Rijksmuseum, o Museo del Reino, con las mejores obras de la pintura flamenca. Al otro lado del museo, otro dedicado a un tipo que perdió una oreja y que pintaba muy raro... Da entrada a un parque enorme, el Museumplein, donde aparte de más museos está el típico enorme letrero de Ámsterdam.


Se pone a llover, como en casa, así que es un momento estupendo para parar a comer por aquí. Nos metemos en la típica pizzería holandesa a comer el típico plato de pasta de oferta holandés que son muy económicos. Pero como sabéis, lo realmente típico son los coffeshops y sus cigarritos de la risa: ahora la legislación ha cambiado. Ha llegado una alcaldesa con ideas conservadoras (pero de conserva de lata de conserva) y quiere prohibir tanto esto como el Barrio Rojo... Pero aunque le está haciendo pupa a los principales negocios de la ciudad (además de las flores y los diamantes), la gente sigue frecuentando estos garitos: ya se sabe, los derechos nos los pueden quitar pero los vicios, nunca. Pues eso, ya no hay tantos y no se fuma tanto... En contraposición, hay miles de tiendas que venden todo tipo de objetos para fumar, pero no "lo de fumar".


















Y hablando del Barrio Rojo, seguimos andando y sin quererlo prácticamente nos adentramos en él, casi ya de noche... Que ambiente chico... Que buenas están las condenadas... Las gordas y feas dentro pero en los escaparates... Hijo de mi vida... Y que poses... Hacían cosas que si lo hago yo, me tienen que sacar la rodilla de la boca... Y que bocas... Y que... Pues eso, que vaya... Las chicas están, como digo, en un escaparte al que tú llamas, conciertas el precio y padentro... ¡¡A Follar!! Como debería ser... Y las chicas pasan rigurosos controles de sanidad periódicos, disponen de Seguridad Social e incluso pagan sus impuestos... Vamos, como en el polígono de Villaverde, igualito. Nos metemos en algún sexshop, por curiosidad, a ver que hay... Madre mía que rab... Serán de plájtico pero si hay un ser humano con eso colgando, tiene que medir tres metros de alto: coño, si hacen sombra y todo!!! Y condones de todos colores y formas, látigos, esposas, cacharros que digo yo... ¿Tu que quieres: follar o sufrir? Pues coño, hazte del Aleti!!!

Bueno, Soni... vamos a cenar y luego pal hotel que esta noche te dejo que me pongas la rodilla en la boca...


Al día siguiente, con la misma pesadez que el día anterior, continuamos con nuestro paseo por los canales: lo más llamativo de los edificios aquí es que están inclinados hacia adelante, por la inestabilidad del terreno y son muy estrechos. En algunos, los Cristos están de lado en vez de bruces. Tan estrechos son que la mayoría dispone de una polea en lo alto para subir los muebles.






Y por todos lados, bicis: de todos los colores, formas, tamaños... pero sobre todo viejas, algunas tenían los piñones oxidados y las seguían usando con lo que andar con ellas es un auténtico mérito. Dicen que cada año sacan un porrón de ellas de los canales.
Nos acercamos a la Plaza Rembrandt, con una estatua del famosos pintor en mitad de ella, pero ahora está acompañado de 22 estatuas más que representan el cuadro La Ronda de Noche. Aquí hay varios sitios para tomar una Heineken o una Amstel así que paramos a reponer fuerzas.








Con la cervecita y el bocata en el cuerpo, volvemos a los canales para ver el Mercado Flotante de Flores: aquí se venden todo tipo de flores, bulbos y plantas en unas barcazas ancladas. Y plantas raras, raras... Al lado está Munttoren o Torre de la Moneda, otro de los símbolos de la ciudad. Ya aquí nos volvemos al hotel por la Plaza Dam y cenamos algo por los alrededores, porque estamos reventados... Por cierto, me he comprado un gorrito de Ámsterdam alucinante.



 


Hoy es nuestro último día y como el avión no sale hasta por la tarde, lo vamos a dedicar por completo al VondelPark, un enorme (huge en inglés, pero se dice jiuch, no se porqué) parque famoso en todo el mundo gracias a los hippie de los 70. Ahora, de esos desharapados no queda más que su espíritu de libertad. Perdido, eso sí, pero queda... Es un sitio ideal para hacer deporte y está llenos de ardillitas, patitos, pajaritos, putitas... Lo normal, como el Retiro.

 
Bueno, recogemos el chiringuito y hacemos las últimas fotos (sobre todo a las sillas de la calle y al mobiliario urbano, que es muy chick) y nos vamos para el aeropuerto que al final, perdemos el avión.


Pa flipar con Ámsterdam, aquí tenéis:

https://www.flickr.com/photos/101474328@N07/sets/72157640622035385/ 
 


martes, 15 de julio de 2014

El Molino de Saltaire Salts

Hoy toca otra excursión con el cole: Saltaire, y en especial el Salts Mill que es un antiguo molino reconvertido a museo. Aquí los molinos no son como los nuestros de La Mancha sino que son mucho más grandes y se dedicaban a la producción y tratamiento de lana, sobre todo. Fueron muy importantes durante la Revolución Industrial porque ayudaron a Inglaterra a colocarse en la cima de los avances tecnológicos... Toma ya!!!


Pues como siempre con estas cosas, madrugón y hacia la estación que he quedado con Rosie y supongo que con ochomil árabes más... Se apuntan a todo pero luego no hablan con nadie: mu raros estos tipos, majos, pero raros...


Llegamos a Saltaire: es una pequeñísima ciudad a pocos minutos en tren de Leeds y que está declarada Patrimonio de la Humanidad. Realmente es preciosa: merece la pena pasar un día por estos lares pero hoy hace una mañana de perros así que nos vamos directos al museo.


Con la agradable compañía de KingFun nos metemos en el museo a ver que se cuece por aquí, pero no merece mucho la pena. Mola más el edificio que lo de dentro: es una especia de Rastro Madrileño: todo viejo y mal cuidado. Muestras de arte moderno de esas que no entiende nadie, trastos viejos y cosas raras. Eso sí, comprar cualquier cosa es un ojo de la cara.


Rosie nos dice que ha reservado para comer en el mismo museo (ahhh, pillina, esas comisiones, como en Spain...) y mi chinito y yo nos sentamos a la mesa con un chavalin colombiano recién llegado para dar cuenta de nuestras hamburguesas: bueno, KingFun es vegetariano y se come una especie de hamburguesa de champiñón gigante...!!! Eso no es nada, tenéis que verle comerse la papilla que se trasca en clase...

Tras comer, paseíto por los jardines y el río que hemos quedado con Andy, el manager de la escuela, que vive por aquí cerca. Nos lleva a un pub cercano a degustar una cerveza local y en cuanto nos la tomamos, al tren y pa casa, que se empieza a hacer de noche y baja el cierzo de estas latitudes.


Fotitos de este magnífico día:

https://www.flickr.com/photos/101474328@N07/sets/72157639703490845/

Buscando a William Wallace

Edinburgh (Edimburgo en cristiano) es la hostia: así de clarito. Si no la has visitado, estás perdiendo el tiempo... Búscate un avión y un hotel y en un fin de semana te la has visto. Es superrecomendable y para nosotros, es la más bonita de las ciudades y pueblos que hemos visitado.


Teníamos ganas de visitar Escocia, la verdad, y todo el mundo hablaba maravillas de Edimburgo (y no se equivocaban) así que esta vez cogimos el tren y pallá que nos fuimos. Ya solo el trayecto es alucinante: aparte de lo verde que es todo, en cuanto llegas a la frontera escocesa el tren se acerca a los acantilados y va al ladito del mar. Es presioso. El amanecer... Las gaviotas... Las olas rompiendo contra las rocas... Y por supuesto el frío de cojones, como en toda la isla... Otro día más que el grajo se queda en la cama... Además parece que va a llover.


Nada más salir de la estación de tren ya te das cuenta de que es una ciudad distinta: parece que en cualquier esquina va a salir William Wallace o Robin Hood porque se conserva todo el encanto de la Edad Media. Es más, si no fuera por los semáforos y los japoneses haciendo fotos, nadie diría que no estás en medio del siglo catapum. Pues salimos de la train station (esto está claro lo que es) y nos ponemos a hacer fotos como dos tontos: ¡ponte aquí! ¡no, aquí! ¡sonríe! ¡quita esa cara de imbécil jolín!... Nuestro primer objetivo es buscar el hotel así que planito en mano, a buscarlo: lo tenemos bastante cerquita de la estación aunque a decir verdad, aquí está todo relativamente cerca. No es una ciudad muy grande que digamos y con pequeños paseos se llega a todos lados. Lo malo es que hay muchas cuestas pero no todo puede ser bueno.


Para llegar al hotel cruzamos la famosa Royal Mile (calle Serrano, en español) a la que volveremos mil veces, presiento... He visto un par de whiskerías con muy buena cara... Aquí, estos garitos venden whisky, no como en España. El hotel es un Holiday Inn normalito, sito en 303 Cowgate, que para lo que lo vamos a usar nos vale. Café, cigarro y muñeco de barro y preparados para ver esta fantástica ciudad.


Lo primero es lo primero y es lo que nos dice todo el mundo: la Royal Mile. Es la calle más típica y famosa de aquí que recorre toda la ciudad y donde se encuentran todas las atracciones turísticas y todas las tiendas. Además, se llega desde ella al Parlamento Escoces y el Palacio de Holyrood hasta el Castillo, en lo alto de la colina que corona la ciudad... Que bonito!!!! De esta enorme calle salen callecitas mucho más pequeñas que en tiempos anteriores eran tugurios de chorizos, prostitutas y demás maleantes... Ahora toda esta caterva se ha trasladado a la Carrera de San Jerónimo en Madrid. Bueno, bromas aparte, desde la Royal Mile lo mejor es caminar hacia arriba hasta llegar al Castillo: pasas delante de la Catedral de Sant Giles, que realmente no tiene el título de catedral pero merece una visita... Delante de ella el monumento a Hume, el famoso delantero centro del Queens Park Rangers. Pero como dije, lo chulo es ir metiéndose por las callecitas antes mencionadas y empaparte del Edimburgo del siglo catapum... y como está lloviendo, pues te empapas mejor.


Al final de la Royal Mile se encuentra el Castillo, digno de ver pero no de pagar esos precios, así que entramos hasta donde podemos y nos dedicamos a hacer fotos y ver las vistas que se aprecian desde la explanada, que son la pollaculares.


Volvemos a bajar la calle camino de un pub para comer pero los que están en esta calle tienen unos precios muy graciosos así que nos desviamos por la derecha y llegamos a una placita con un pub muy grande donde nos ofrecen para comer el mismo cordero que comía William Wallace: y cuando digo el mismo, digo el mismo...... No un descendiente o del mismo rebaño o de la misma raza... noooo... el mismo, mismo.

Comemos y nos volvemos por Cowgate al hotel que nos vamos a ir ahora a ver los Jardines de Princess Street. Se encuentran frente a la estación de tren y cuentan con un enorme mercadillo con todo tipo de cosas: ropa, comida, objetos de navidad y todo tipo de regalos. Al lado el monumento a Scott, el número 15 del equipo nacional de rugby. Está lloviendo a mares y nos metemos a tomar un café: en un despiste, la rubia ha desaparecido y vuelve con unas botas de agua para mí. Es un solete, donde no sepa ella encontrar una tienda, es que no la hay. Un beso rubia mía.


Bueno, parece que ha escampado: vamos a secarnos y a cenar, que esta noche toca probar la ambrosía de estas tierras: el whisky.


Amanece que no es poco en Edimburgo y afortunadamente, no llueve. El agua está por todos lados, pero por lo menos, de momento, no cae del cielo. Hoy toca Parlamento y Palacio y la parte opuesta de la Royal Mile: pues nos ponemos en marcha!!!! Bajamos la calle y enseguida se convierte en Canongate Street, llena de museos y edificios públicos, todos muy viejos y vetustos pero muy chulos. No hay tantas tiendas de regalos como en la parte de arriba, eso sí, exceptuando las de los pakistaníes, que están por toooda la isla. Al final de la calle se encuentra el Parlamento Escocés; como es de gorra, pues entramos. No es gran cosa pero ellos están muy orgullosos de él, un par de fotitos y nos vamos afuera. Otra vez lloviendo: corriendo al palacio. El Palacio de Holyroodhouse es la residencia oficial de la Reina cada vez que va a Escocia... La Zarzuela escocesa, vamos. Y no, no vive mal la reina cada vez que viene por aquí. La entrada es cara, así que nuestras libras pa la Reina, no son... Una curiosidad hablando de libras y reinas: aquí, los billetes son distintos pero tienen el mismo valor. Quiero decir, en los billetes no sale William Wallace evidentemente, sino otros tipos que no encuentras en Inglaterra. Pero el valor es el mismo y puedes comprar con ellos en cualquier sitio donde se acepten libras.

 

Subimos otra vez calle arriba y nos metemos en el Museo de Edimburgo, que es free (libre, en español... Bueno, aquí mejor queda decir gratis ¿no?) Típicos utensilios escoceses de época, vestidos, edificios y maquetas. Una visita rápida pero intensa y pa la calle otra vez a ver otro museo que hay detrás el monumento a Scott y las últimas fotos, que se va el tren.


En resumen, una pasada de ciudad pero lo suyo es venir en verano porque en invierno, ya sabes dónde está el grajo...


Las fotos de rigor las podéis ver donde siempre:

https://www.flickr.com/photos/101474328@N07/sets/72157638791528924/

Hasta la próxima!!!!